Todo ha empezado como de costumbre: Tomás vuelve a casa de madrugada apestando a perfume barato.

Amanda espera a su regreso alcoholizada.
De haber sido una noche como cualquier otra, al oír el «mercedes» aproximarse, hubiera corrido a la cama a fingir que duerme.

Pero no esta noche. Esta noche se mantiene a la espera. Ansía algo, no sabe el qué.  Ella va donde duele, es despiadada y quiere hacer daño. Él trata de mantener la dignidad mientras lame las heridas de su sangrante masculinidad. Todo podría haber sido diferente. Pero ya es tarde. Tomás se ha marchado con un portazo y ella reflexiona dando vueltas por a habitación tratando de calmar los nervios:

¿Porqué a Tomás le da asco la sangre, pero no la mierda? ¿Porqué la crueldad se ha vuelto para ella el único modo de manifestar amor?

¿Porqué el olvido no es más que otro vicio, como el alcohol, el tabaco o el sexo guarro?
¿Cómo ha llegado hasta este punto de degeneración?»